miércoles, 20 de febrero de 2013

Íncipit | Libertades S.A. de C.V. | Efraín Ascencio

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Paradójicamente un fresco y refrescante Efraín titula su último trabajo como “inicio”, como si refreír lo viejo en una nueva presentación conceptual renovara ese aire libertario y accionarial con el que subtitula la colección de dos decenas de obras por dos.

Y ahí está la clave de esta dual propuesta. La duplicación. Si los tamaños importan quiere decir que hay un sujeto y un verbo en cada marco-oración que conforma, en su conjunto, más que sermón, un verso obstinado y feminista.

Nuestro persistente cronista sigue con la tradición de andar con la cámara colgada y mirar. Como si la moderna corriente expresionista no fuera tanto con él y los experimentos, en casa, pero con las imágenes de la calle. Esa rara avis de andar de cacería, como vil voyeur social entre insaciable y lúbrico pero siempre con esa curiosa búsqueda de lo inaudito, lo imprevisto y, desde luego, lo execrable. Entre muchas capturas categóricas que el contador de su visor tiene registradas.

El Henri-Cartier Bresson coleto juega con los juegos. Para ello, ¿qué mejor que usar la técnica del caleidoscopio binario? Los paralelismos con los antagonismos con los sugestionismos. Corta y pega.

Pero no hay gato viejo al que no se le reconozca por la pelambre de marcos desechados y re-enmarcados. Efraín está armando un sólidísimo (sí, con dos acentos) discurso fotográfico con ese paso de artesano silencioso, apasionado y, sobre todo, constante.

Eso sí, no busquen en esta crítica las claves esenciales de esa exploración pues apenas tengo una lista de pistas. Como buen detective visual amateur, las comparto para aquellos más despistados o, sencillamente, adictos sólo a los canapés de las presentaciones.

Qué bueno que Efraín se está dando ciertas libertades. Ojalá y pronto se desacompleje ese niño creativo dando rienda suelta a todo lo que siente, porque no hay Lolitas más monstruosas que las suyas. Cuando se trata de mujeres, la voracidad de su pupila se dilata regalándonos Doñas, Princesas, Rarezas, Exquisitas y Extravagantes. Hay, ciertamente, un ruido que, por obvio, empaña o despista a los que no llevan la lupa consigo a las exposiciones: Los convecionalismos de la moda y el discurso del tráfico material del cuerpo, los escaparates que nos separan de la realidad.

Para mí, hay un criminal escondido detrás de cada clic. Un inocente culposo que nos quiere decir algo prohibido. Como si no pudiera verbalizar algo que se perdió en un paraíso enterrado y escondiera la incomodidad de saberse delatado cuando el placer le guiña un encuadre.

En la fotografía (no así en la vida) no hay víctimas. Los asesinos suelen seguirles el juego a los que desean victimizarse. A cambio, queda la instantánea para ser bien saboreada en público – y, más tarde, en privado.

Horacio Oliveira | 19 de febrero de 2013