miércoles, 9 de mayo de 2012

Una idea



Para Favricio

“Sortilegio”, la comprensión por medios no convencionales. Algo así como la “heurística de lo cotidiano”, cuando la fuente de la experiencia es una paella o una metáfora tan doméstica como domesticada. Pues ya tenemos un (buen) título. Y un montonal de ideas para la inauguración. Yo lo nombro: “El lujo de ver crecer de cerca las expectativas”. Como acertijos que nos ayudan a encontrar la lógica extraña de nuestros problemas. A saber: “Pezón tras pezón, en un circuito cerrado, envejeciendo con las mismas repetidas caricias.” Alguien acaba de mencionar un “Adelante” y el título de la exposición, y las fotografías para la promoción, y la “concatenación de contingencias”, y…

un humo infantil de trenes melancólicos y duros como el hierro de las almohadas de los niños que anhelan un poco de cariño.

“Que así sea”, me digo.

lunes, 7 de mayo de 2012

Cavernícola total


“¡Si no asistes a la siesta sesearás con insistencia!” Vamos pues con un mambito guasón. Le saco la piel a carcajadas que son lonjas de mandarina a la luna rumbosa. Y si alguien menciona “a la cuevita con sombras” de Platón me pongo un disfraz neardental como un vestido de volantes y lunares. Que los geranios están llamando a seguidillas. Que en mayo todos los huesos saben a polen y los poemas se incendian en un fuego filosófico y, claro, primigenio. Y ahí está el tiempo mirando el minutero de líneas. Taclaclac. Así que sigo dándole cuerda a mis fotografías en penumbras y a los rayitos anaranjados que van floreando. Pura y sencillamente primavera. 

Cesárea Tinarejo

Vida líquida




Van cuatro meses líquidos, cinco con las vacaciones. El velocímetro estima que voy a 40 días por mes. Demasiado lento para calmar la ansiedad. Claro, como el agua entre los dedos, como el agua desbordándose, como la presencia de lo intangible en un cronómetro. Totalmente rápido para desembarazarme de la nostalgia. Tomo cursos acuáticos con Gorostiza donde aprendo la esencia: “qué agua tan agua”.

Yo sigo nadando en círculos hundiéndome hasta donde el aire me alcanza. Sin tocar ningún fondo pero fotografiándolo. Después cuelgo en una pared el movimiento y me río de él. Ahí, estático, es lo más parecido a un orgasmo tántrico. Seco.

Así que cualquier ruta es sospechosa. Lo que empezó como un chapoteo bien pudiera acabar en naufragio premeditado. Pero siguen apareciendo lucecitas en el radar para deslucir mi aislamiento. Las sirenas. Ahí estoy: cotizando en dólares.

O sea, que esta Muerte sin Fin, quizá no tenga ni tan siquiera eso, un poema memorable.

Cesárea Tinarejo

miércoles, 2 de mayo de 2012

Busco título



“Ahí están todas las pistas”. El barbudo no hace caso de las voces y se concentra en el tambor brasileiro. Tum, tum… Vence el viejito altísimo con la esbeltez de la memoria y se sienta en una banca de madera. Estamos en el Sur y los serruchos cortan días simétricos de calor e infancia. “Ese niño eres tú”. La fascinación por el abuelo, mago de chascarrillos, “Danza vosé”. Bajo un naranjo del que exprime un ácido jugo de limón sin muecas. “Historias”. Y me veo ahí. Escuchando. El papá de mi papá me explica esa primera narración, ese cuento fundacional. “La única historia verdadera a partir de entonces…” Y el protagonista es nuestro anti-héroe, el villano que no queremos ser. “Siéndolo”. Con el corazón abierto de Literatura mamo las primeras palabras que hablan de otros niños. Y con ellas hago un pacto con el mío.

Desde entonces
siempre veo el mismo espejo
un reflejo
donde, apenas
aparece invertido
todo lo que es real
(Ajajá)

“Las adicciones”. Habla de esos cuentos sin título que se repiten todas las noches. Los que sólo desaparecen en reacciones desbocadas que en su movimiento encuentran el espejismo del camino.

Y sería tan sencillo. Como hacer un pisto extremeño. 

Cesárea Tinarejo