Me sirve / No me Sirve
Jorge Juan Moyano, Galería Studio Cerrillo, Inauguración 22 marzo 08
No me Sirve
Un libro pintado de blanco confundido con la pared. Una palabra “Poetique”, minúscula, resalta en la pared. No me Sirve. Una pared convertida en teclado de piano con las fotocopias reducidas de un libro. ¿No conoce al autor? No me Sirve. Una bolsa de plástico blanco colgada. Dentro la nota de un jueves. Hay un logotipo, una carpeta dentro. ¿Qué tendrá? ¿Por qué está ahí? ¿Se puede abrir? No me Sirve. El arte en Latinoamérica, en inglés, colgado, tendido o volando. Depende si es un libro, un cometa o una flecha. La respuesta no estaba bajo el libro, dentro tampoco. No. Las respuestas estaban en las sobras que proyectaba. ¿No se fijaron? No me Sirve. El bien y el mal. Dos rectángulos orientales. Blanco y Negro. Arte y Artesanos. Élite y Pueblo. Rectángulos opuestos dentro de rectángulos superiores. No me Sirve. La conceptualizada presentación no me sirve, menos, mucho menos, la que contenía los detalles pseudos-eruditos. Cristalitos para los indios. No me Sirve. Me quedé esperando, y así fue: el visitante mira a la obra. No la ve. Se acerca a ella. Una silla, encima de la silla un libro. El arte del color, también en inglés, claro. Hojea el libro. Lo deja al revés. No me Sirve. De repente la galería se convierte en teatro, la obra en atrezo, los visitantes en espectadores. No me Sirve. El autor se convierte en actor. Teatro del absurdo. Algunos lloramos por dentro, emocionados – los que sentimos respeto por los libros. ¿Ya acabó? Nerviosismo. Que alguien haga algo. Risitas. ¿Eso es todo? Risitas y un aplauso que llega de fuera y no tiene tiempo de contaminar a los presentes. No me Sirve. Alguien lo filma todo. ¿Dónde está el límite de esta obra? ¿Alguien la ha visto toda? No me sirve.
Me sirve
Los vasitos de vino y cervezas. Me sirve. El valor intelectual del galerista. Me sirve. La comezón inquieta en los corrillos de crónicas. Me sirve. La confusión, la duda. Me sirve. La provocación a nuestra sensibilidad de pueblo chico. Me sirve. El ridículo incómodo de algunos. Me sirve. El “no me gustó”. Me sirve. El “no entendí nada”. Me sirve. El “¿puedo tocar?”. Me sirve. Recordar a los que presenciaron los inicios de Kandinski y Pollock. Me sirve. Reflexionar sobre el arte “conceptual” – eso repetían todos – y su relación con lo fugaz, lo intangible, lo individualizado, lo contestatario y lo mercantilizado. Me sirve. La necesidad de incluir al autor en la obra. Me sirve. Las múltiples explicaciones, emociones e imágenes que creé en los pocos metros cuadrados de obra. Me sirve. Ver las caras y oír las reacciones. Me sirve. Preguntarme si habrá una “Declaración de los Derechos de las Obras de Arte”. Me sirve. Acordarme de aquel cuento donde un niño sentencia, inocente: “¡Pero Sí está desnudo!” y todo el pueblo empezó a ver. Me sirve.
Me Sirve / No me sirve
Los límites del arte están donde no hay límites. Todo se puede cuestionar y las obras empiezan a atomizar sus mensajes relativistas, explicativos. El arte se multiplica por uno. Por cada uno. Jugar con los marcos establecidos es cándido y audaz. Los materiales, el enredo hermenéutico, los símbolos de la cultura “difícil” y privilegiada. Símbolos viejos que mantienen cierto toque de efecto. Claro, no todo lo provocador es interesante, no todo lo nuevo es bueno. Además, ¿acaso se podría afirmar que hay una sola interpretación, una sola crítica posible? Cierto arte que nos viene es como nosotros, más parecido de los que imaginamos. Es voluble a las tendencias, mercantilizado, original y contestatario, lúdico, efímero pero joven. Siempre jóvenes.
Mézclenlo todo con pintura, escultura, diseño gráfico, juegos de interiores, teatro y discurso obtuso y plomizo y encontrarán una simpática fórmula para un sábado por la tarde. A mí, Me sirve.
Horacio Oliveira
San Cristóbal, 23 de marzo de 2008