Exposición fotográfica “No todo lo que veo, es lo que soy”
de Alejandro Mazariegos
El casting fotográfico del multifacético Alejandro
Mazariegos impregnó de insensibilidad un paseo traumático en la atascada sala
de Canthil 4 donde, como es usual, la fiesta cumpleañera de Efraín Ascensio
multiplicó los brindis y aceleró el pulso fraternal de los asistentes.
Los autorretratos ordenados en estratos históricos presentan
ciertas evoluciones claramente visibles de las artimañas actorales y de las
virtudes técnicas. Al fondo, siempre al fondo, la representación de uno mismo
en un escenario, oblongo o rectangular, en blanco y negro o color, que habla
poco del sujeto en sí.
¿Qué sabemos del autor después de esa representación
aleatoria de yoes en estado difuso? Quizás un gusto por el disfraz, la máscara
y la mirada. Nuestra mirada. La ficción copiada de una realidad que no encaja
en ningún hilo argumentativo ni tan siquiera narrativo. Dirían unos que una
pistola no sustituye una intencionalidad ni que su violencia simbólica quede
desvirgada en manos de la repetición. O sea, anécdotas ficticias en búsqueda de
sentido. Lo que no significa sinsentido, claro está.
Por ejemplo, bien podría otro crítico decir algo como: “El
retrato como espejo de los anhelos que se acumulan en las estanterías del
tiempo y nos acompañan como imprescindible arquitectura de nuestro Ego.”
Yo, en cambio, parafrasearía la simpática frase del Gimnasio
de Arte, “la cámara no hace al fotógrafo” con una sencilla “el auto-retrato no
siempre retrata”.
Horacio Oliveira
San Cristóbal de Las Casas, 1 de diciembre de 2013
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