Constelaciones de vasos sucios girando alrededor de fantasmas que siguen riendo. Representantes de rostros que o bien nos dejaron o murieron dejándonos la palabra en la boca. Podredumbre de emociones que regurgito cada vez con menos dolor. En el celular, los mensajes que masajean la soledad. Y, en medio del desorden galáctico-familiar, estoy yo: reflejando las reservas de “buena vibra”, de “energía bonita”. (Hasta que el precio de la gasolina lo permita, claro).
Cesárea Tinarejo
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