“Y el juicio es interminable, aunque no porque te juzgue alguna deidad, sino porqué tú mismo estás juzgando de forma insistente e incordiante tus acciones.”
Indignación, Philip Roth
¿Quién es la más guapa del reino? ¿El más importante? El más amado. La aceptación empieza por ver esas jugosas nalgas que realzan mi largo y hermoso pelo. De espaldas al espejismo. Sólo yo siento la emoción de estar suspendida en el amarillo sin más sombras que los arquetipos. Sinvergüenzas.
Hoy los nacimientos se anuncian en Facebook y posteamos flores con tarjeta de felicitación incluida. Son muchos los cristalitos de este caleidoscopio roto. Y se me ocurre rebuscar por ahí entre los maestros… Yo me retrato. “Como si estuviera dentro de un caleidoscopio y viera el ojo que lo mira” (Bolaño).
Los que sobornan al jurado y siempre ganan, se engañan. Los que creímos la historia y entramos a trapo al juego, investigamos. Nos perseguimos por la Historia y la historia de la Literatura y la Literatura y la Filosofía y la Actualidad. Los resultados electorales son el mejor indicio de nuestras cuitas.
Autorretrato del personaje – que también dice ay – y acumula frases: “Trasciende el sentido de reciprocidad del trueque”. Porque no hay dualidad. “La transmigración material del Ego” una vez concluida deja paso al vacío. ¿Por qué me cuesta retener la palabra desapego?
También declino aceptación con conformismo lejísimos ya de la dialéctica. Aunque mi propósito es seguir jugando al ajedrez. Por si ahí descubro alguna pista. A estas alturas el principio del determinismo social me parece una teoría física.
Como también aparece en Indignación: “Eso es lo que aprendí de mi padre y lo que me gustó aprender de él: que haces lo que tienes que hacer”.
Con tantas leyes y teorías y citas y referencias es casi imposible hacerse un retrato. Voy a mirarme el culo.
Cesárea Tinarejo
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