“Cenar luciérnagas como método para lograr sueños luminosos”
#tuitco y Cecilia Monroy
Un platillo de lo más suculento y también de compleja elaboración. Se recomienda para noches muy oscuras, cerradas, y para corazones opacados por la desdicha.
Ingredientes: (siempre para una persona)
2 ó 3 luciérnagas macho centelleantes
1 ó 2 luciérnagas hembra apagadas
Un vaso de agua purificada (sin gas)
Azúcar no demasiado dulce
Una cucharadita de pasiflora, tila o valeriana (o una mezcla de todas ellas)
Es muy importante que los coleópteros polífagos sean frescos y los hallamos cazado en acción pues es esencial que estén en cortejo lo cual es muy sencillo pues todos sabemos que la bioluminiscencia se produce por efecto de la elevación de la temperatura corporal. Los intervalos e intensidad de los destellos nos podrán orientar sobre cual de las 2000 especies identificadas vamos a cenarnos. Recuerda que existe dimorfismo sexual por lo que si la luciérnaga no está volando seguro que es hembra o, en todo caso, un macho muy haragán – nada recomendable. Las hembras se desenchufan y dejan de brillar si se sienten amenazadas así que son un poco más difíciles de encontrar. Paciencia, nadie dijo que era una actividad fácil.
Modo de elaboración:
Para lograr el efecto deseado (sueños luminosos) es muy importante buscar un momento de calma interior donde no se esperen distractores. La cena es el momento más indicado pues de ahí nos dirigiremos al lecho, a la cama, al catre, a la piltra, a la hamaca, a la yacija, a la litera, al camastro o al suelo.
Lleva a ebullición el agua sin gas, pon las yerbas en ella y déjala hervir unos minutos. Sírvete una taza, endulza a tu gusto y deja que se enfríe un poco antes de tomar a pequeños sorbitos.
Mientras degustas la tranquilidad del brebaje, conscientemente, observando cómo huele, la textura de las volutas de calor, el efecto en tu paladar (ojos cerrados), el trasiego hacia el estómago y todo eso; apagas las luces del cuarto, habitación, estancia, aposento, pieza, cuchitril, dormitorio, alcoba, cocina, sala, salón, comedor, baño o bosque en el que te encuentres.
Entonces sueltas a las luciérnagas y te quedas muy quietito y calladito. Observando sin intervenir. En silencio. Muy en silencio. Oyendo cómo tu respiración se duerme.
Aconsejable: Ser previsor. Todos sabemos que los sueños se olvidan. ¡Demasiado pronto! Así que toma la precaución de dejar cerca de ti una libretita y un bolígrafo (asegúrate antes que funciona bien).
Cuando despiertes escribe sin pensar todo lo que te pase por la cabeza y por el cuerpo.
Sírvase bien frío y manténgase en secreto. Ya se ha escrito mucho sobre los sueños como para ir dando vergajazos oníricos al prójimo con los nuestros.
Si unos días después releemos lo escrito y aún sonreímos es que tuvimos un sueño luminoso.
¡Provecho!
Cesárea Tinarejo
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