miércoles, 22 de febrero de 2012

No me pises que llevo chanclas

Agropop sevillano

“No me parece chido cogerse a un chavo cada noche”. Están las amigas que amenazan con una sexualidad sin filtros. Están las composiciones matemáticas de las noches de un pueblo pequeño: sábanas revueltas y caricias vagabundas que encuentran puentes en cualquier pecho. Las posturas sexuales se repiten en hazañas donde sólo cambian los actores y, por lo tanto, están las aventuras de penes tímidos y de gordos apresurados, pechos jugosos y otros incisivos, pubis de todos los colores, tamaños, estilos y sabores. Ah, pero no hay nada mejor que los relatos que trae la cruda. Como escribe Owen: “… y me voy por tu orilla, pensativo, y no encuentro el litoral ni el nombre que te deseaba en la tormenta”. Así que hacer el amor al enemigo empieza por una grandiosa masturbación.


Las lentejas se están descongelando. Y si ayer inventé el “Coaching sobre manteles” hoy el sol salió por el sur dejándome colgado en la humedad del patio de mi abuela. Paredes blancas con ventanas minimalistas que encuadran un bosque. A lo lejos, San Cristóbal, encharcado en la calina matutina. La vaporosa mancha que dejan los amaneceres de cada día y los amaneceres nuevos de recuerdos confusos, complejas disquisiciones sobre el bien el mal y los demás, huidas defensivas, objetos olvidados para el museo de victorias y derrotas y un tufillo a fluidos eróticos que se macera entre la prisa del olvido y la sorpresa del anhelo.


¿Y qué hago con las chanclas azules?


Cesárea Tinarejo

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