Ahí estás. No hay repetición posible en la mirada sin los filtros de lo aprendido. Así que me visto con la ingenuidad del que se aproxima desde ese ángulo agudo con todos los cosenos erradicados de la memoria. Farfullería improvisada espantando las moscas con tequilas y humo rancio. Pero ahí estás. Y esa afirmación interminable la voy colgando por todas las paredes. Componiendo la escena de un crimen predeterminado. Malevoso. Y aquí te la dejo para que la definas. Sí, soy el azul implacable que se erotiza con el oxígeno que te rodea. Asfixiándonos sin voluntad. Para qué, diría Nicanor Parra, tanta artimaña para llevármela a la cama. Pues sí. Porque en las escaramuzas todos somos alimañas y miramos para arriba. Por si acaso, que de casos peores se han visto. ¡Verdad? Y en El libro de los desórdenes caballarescos yo soy el protagonista que se lleva todos los Óscares.
Hasta el de mejor gastronomía de estar por casa.
Cesárea Tinarejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario